miércoles, 6 de julio de 2016

A un año.

Me rondaba ya desde hace varios meses la idea de crear un blog/bitácora en torno a la forma en que he vivido mi propia maternidad, sin tener mucha idea de qué es lo que iba a hacer en concreto. Hace un año nacía mi hija y desde entonces ha sido un camino de enormes satisfacciones, pero también me ha requerido mucha firmeza a la hora de encarar opiniones contrarias (muchas veces no requeridas) de una sociedad que se cree con derecho de decidir cómo cada quien debe criar a sus hijos.
La lactancia, las prácticas de apego, la alimentación, el colecho; son apenas algunas de las tantas cosas con las que he tenido que encontrarme sola muchas veces (salvo el valiosísimo apoyo de mi pareja) y pasar por "mala madre", "madre floja", "madre ignorante", "madre loca" y más tipos de madres que no me da la cabeza a nombrar ahora.
Desde el inicio - 21 de octubre de 2014, en que mi prueba en sangre dio positiva-, mi ser madre se ha ido construyendo a partir del deseo de romper algunos paradigmas que desde mi perspectiva no me llenaban en absoluto como persona. Mi concepción de la maternidad incluía altísimos ideales pedagógicos, feministas, sociales, espirituales y políticos (algunos quizá irrealizables, pero, ¿para qué están los ideales si no para hallar rumbo?). A partir de éstos vinieron tantísimas preguntas, algunas -las más- aún sin responder.
Mi primer decisión giró en torno a la lactancia. Desde que vi esa prueba de embarazo me resolví: "le voy a dar pecho a mi hijx". Esta primer decisión, con el paso de los días y la llegada de miles y miles de dudas, también se convirtió en el primero de mis miedos: -¿Y si no tengo leche?, ¿Y si no tengo suficiente?, ¿Y si no estoy lo suficientemente bien alimentada para darle un alimento de calidad?, la fórmula es carísima y yo estoy desempleada. Una síntesis de una enorme lista de miedos que más tarde descubrí estaban completamente fundamentados en mi ignorancia.
Sí, tal como lo lees, esta mujer que parece estar tan empoderada en torno a las decisiones que toma en la forma en que cría a su hija también estuvo llena de las miles de preguntas que seguro te has hecho, te haces o estás por hacerte. Si te quieres reír un poco, como ahora lo hago yo, también te puedo contar que era de la idea de que el primer deber de una madre es criar niños independientes, capaces de dormir en su propio cuarto (no digamos ya su cuna, ¡SU CUARTO!), cargarlos lo menos posible y dejarles llorar. Era de la idea, que ahora me parece poco menos que neanderthal, de que los niños son tan listos (y malvados, al parecer) que son capaces de tomarte el pelo en cuestión de nada si es que cedes tantito.
Afortunadamente, el tiempo me fue mostrando tantos errores. Y menos mal, porque mira que ya le habíamos echado el ojo a una cuna que tenía de preciosa lo que tenía de cara. Seguro que si alguien agradeció el que encontrara una forma natural y respetuosa de criar a nuestra hija, ése fue el bolsillo de mi novio (que entonces corría con gran parte de los gastos). No sólo fue la cuna. No compramos biberones, fajeros, guantes, gorros, carriola -meses después también se eliminaron los pañales desechables de nuestros gastos- aditamentos para una lactancia artificial, y cosas que ahora veo y sinceramente no les encuentro utilidad alguna (ufff, las madres somos un súper target mercadológico). Y pese a todo pronóstico, logramos escatimar en gastos de una forma impresionante.
Como si esto fuera poco, los beneficios económicos son apenas una parte de lo obtenido a lo largo de todo este año. Tras la difícil decisión de dejar el trabajo después de dos semanas de regresar, y tras haber presentado mi renuncia en medio de burlas y cuestionamientos de quienes eran mis jefes, me di a la tarea de dedicarme a mi hija enteramente hasta poco antes de sus doce meses. En este periodo, ella me ha enseñado más de lo que yo hubiera podido enseñarle. Me mostró todo lo que la naturaleza de un niño es capaz de hacer si respetamos su ritmo y nos sentamos simplemente a observar.
Y, en fin, a un año es increíble la cantidad de aprendizaje que se obtiene de nadar a contracorriente. He conocido mujeres maravillosas que se encuentran también por el mismo camino, mujeres que también fueron tomadas por locas al no entrar en el molde de madre tradicionalista y que más de una vez se han preguntado si van por buen camino. Es por eso que, si tú que estás leyendo te encuentras tan llena de dudas -y muerta de miedo a ratos-, sábete que está bien. Que no hay mejor método de aprendizaje que dudar y que desde aquí te mando mi solidaridad y admiración, esperando este pequeño esfuerzo sirva para alentarte y darte la fuerza que a veces tanto nos hace falta.